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Hoy es viernes y los chats de l@s compañer@s de trabajo se llenan de memes y frases que rondan la idea de “hoy es viernes y tu cuerpo lo sabe”. Cómo si sólo ese día tuviéramos permiso para ser felices, rayando casi la obligación.

Y de lunes a jueves… ¿qué sentimos? 

La primera respuesta que me surge, en un ambiente laboral, es: NADA. Porque nos enseñaron que los sentimientos no se llevan al trabajo, quedan en casa. De lunes a jueves no hay tiempo para sentir, sólo hay que pensar… y en cosas “serias” por supuesto. Hay que tomar decisiones, hay que “hacer”, producir. 

Pero me gustaría reflexionar acerca de estas situaciones laborales simples, y casi comunes a todos los que tenemos la suerte de tener un trabajo:

-Llegamos el lunes a la oficina con nuestra planificación de la semana en la cabeza, e ingresa a nuestra casilla un mail con un pedido urgente, de algún trabajo que no teníamos planificado. Seamos sinceros ¿qué nos pasa como primera reacción? Tal vez al comienzo sentimos sorpresa y después, algo parecido al enojo o a la frustración por una situación que debemos resolver y no teníamos planificada. 

-Es martes y se acerca la hora en que debemos hacer una presentación a la gerencia, sobre un proyecto que nos ilusiona. ¿Sólo repasamos en nuestra cabeza las ideas que presentaremos, o nos acompaña también algo parecido al miedo o a la ansiedad?

-Va avanzando el miércoles y nos enteramos de que nuestr@ compañer@ de trabajo se tomará unos días de licencia por una dolencia que lo viene afectando hace días. ¿Qué es lo primero que nos embarga? ¿El repaso de la lista de tareas que necesitamos reorganizar o también nos invade una preocupación o inquietud por la salud de nuestro compañer@ y por la manera en que deberemos trabajar esos días?

-Llega el jueves y nos enteramos de que la modificación que habíamos implementado a un proceso, no dio los resultados esperados. ¿No sentimos nada en este momento? ¿Ni siquiera una pizca de tristeza o desilusión por todo el tiempo invertido sin lograr lo que esperábamos?

Vivimos en la ilusión de que somos seres pensantes que sentimos. Cuando en realidad nuestro cerebro emocional es mucho más antiguo que nuestro desarrollo racional. Por ende, somos SERES EMOCIONALES QUE PENSAMOS, cómo dice el Dr. Lopez Rosetti.

Nuestra mente nos ayuda a planificar, reflexionar sobre los que hacemos, crear, diseñar futuros; pero no nos mueve el cuerpo. Lo que nos pone en acción son nuestras emociones. La palabra emoción significa “poner en movimiento”. 

Pero como no nos enseñaron a entenderlas y mucho menos a gestionarlas, creemos que con no tenerlas en cuenta resolvemos nuestros problemas. No sabemos que son energía, por ende, cuando no las gestionamos, ni las expresamos adecuadamente, es energía que se acumula ¿dónde? En el cuerpo. Vamos llenándonos de energía contenida, como una olla a presión. Y cuando no registramos, y menos atendemos esa “ebullición interna”, podemos estallar en una reacción incontenible, que puede llegar a dañar relaciones importantes; o en enfermedades físicas que ningún médico logra resolver, o simplemente resuelve los síntomas y no las causas.

Somos analfabetos emocionales. Por eso no podemos controlar la calidad de nuestras acciones, que SIEMPRE son movilizadas desde la emoción. Y menos los resultados de ellas.

¿Vamos a seguir esperando a los viernes para sentir? O mejor dicho… ¿para REGISTRAR lo que sentimos?