Cuando salí de la facultad estrenando título de ingeniera y me encontré con el tema de indicadores de gestión, me llegué a obsesionar con medirlo todo. En todo tipo de procesos: industriales, administrativos, comerciales, etc. Mi sueño era lograr contar hasta los pasos que daba una persona a lo largo de su día de trabajo (suena raro pero debo confesar que así pensaba).
Pero al tiempo de ponerme manos a la obra en este tema, en la empresa donde trabajaba, empecé a relacionarme con personas que no pensaban como yo, personas con otras formaciones profesionales y experiencias distintas, y a la vez todas formando parte de una misma organización. Empecé a verificar que detrás de cada proceso había seres humanos tan disímiles y difíciles de comprender, con las herramientas que yo había aprendido en mi carrera de ingeniería.
Y comencé a entender que los procesos pueden controlarse con distintos métodos para alinearlos, pero los seres humanos tenemos una vida “no lineal”… o estaríamos muertos, eso es lo que dice un electrocardiograma.
Y entonces me pregunté si no nos deberían avisar, mientras estamos en la facultad, que las personas que tienen a cargo los procesos son algo más complejas que una máquina. Y que la energía que las mueve cada día está más relacionada con sus estados emocionales que con los metas a alcanzar.
No hay materias dentro de la carrera de ingeniería que permitan vislumbrar temas sobre el comportamiento humano, cuando supuestamente nos preparan para trabajar en organizaciones. Cuya definición dice que “es una asociación de personas que se relacionan entre sí y utilizan recursos de diversa índole para lograr determinados objetivos o metas”.
La situación tan inesperada que estamos viviendo desde que se inició este año 2020 nos ha obligado, como nunca antes, a ser flexibles y creativos, dos habilidades ligadas a nuestra naturaleza humana y a nuestras propias energías, y por qué no a nuestra sensibilidad para mirar más allá de lo que vemos y buscar soluciones nuevas a nuestros desafíos actuales. Podemos empezar por desafiar alguna de las viejas creencias que sostenemos sobre la dicotomía entre técnica y humanidad (bien reflejada en la peli “Tiempos modernos”). Somos seres humanos biológica y culturalmente hablando, y por ello una integridad de pensamientos, emociones y cuerpo para actuar. Es en este nuevo perfil profesional, reflejo de nuestra verdadera humanidad, en el que deberíamos empezar a pensar como demanda del mundo actual.